lunes, 7 de julio de 2014

Qué tranquilidad.

Qué bonita te queda esa sonrisa, alumbrándote los ojos apagados, llenos de recuerdos desordenados. Y la risa, tan alta y fuerte cual añejos robles plantados hace no sé cuántos años. ¿Y tus cosquillas? Esas, esas sí que son imparables al verme reír como una loca con ansias de felicidad. Pero prefiero el beso de después de enredarnos entre tanta risa. Y es que el aire se inunda de cariño con tan sólo unas caricias por allí, otras por aquí y ah, también las demás por llegar. Qué bien se siente entre tus brazos; como si nada pudiese con nosotros. Hasta parece que los problemas se transforman de negro a blanquecino sólo con tan simple acción.
No sé, no te vayas. Hazlo por ti, por mí, por esos instantes en los que todo va bien estando juntos (que suelen abundar).