lunes, 5 de enero de 2015

Volando acordes.


Acaricié las cuerdas de la guitarra como quien pisa la Luna por primera vez, con cuidado pero eternamente feliz. Miré mis ojos a través del espejo que tenía delante y en seguida lo supe: la guitarra era la mejor vía de escape que podría haber elegido. Empecé a tocar mi canción favorita acorde a acorde y todo se volvió rosa. No rosa literalmente, pero sí la vida tomó otra forma (o fui yo quien la empezó a ver de distinta manera). Los problemas que me atormentaban fueron desapareciendo, volando lejos con cada acorde de guitarra que mis dedos pronunciaban.
Volví a mirar al espejo: sí, aquello me hacía feliz.

No hay comentarios:

Publicar un comentario