lunes, 7 de abril de 2014
Un poquito de tranquilidad.
Se hallaba sentado en el banco de un parque perdido por Madrid. Miraba cómo los niños correteaban alegres, sin ninguna preocupación. Y entonces se dio cuenta. Por fin empezó a entender cómo funcionaban las cosas. Él había huido de sus problemas para sentarse en aquel banco, buscando la tranquilidad. Y a parte de encontrarla, también dio con la solución de su alboroto mental. Si aquellos niños podían ser felices sin juzgar a los demás, haciendo amigos y jugando más alegres que nunca, ¿por qué él no? La solución estaba en dejar de dar importancia a cosas que no la necesitaban. Tenía que dejar de amargarse. Tenía la vía de escape en sus manos, la clave para no dejar de ser feliz nunca. Y después de mucho tiempo, esbozó una sonrisa sincera y con todas sus fuerzas se levantó del banco, con intenciones de comerse el mundo. Lo tenía claro, todo problema tiene su solución y estaba dispuesto a pensar las cosas más detenidamente, sin dejar que le afectasen lo suficiente como para volver a tener que ir a ese parque a buscar una tranquilidad mental que se veía rodeada del alboroto de los más pequeños.
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