viernes, 20 de diciembre de 2013

Sentarme frente al café, rodeado de personas pero de ninguna. Cojo el bolígrafo y no existe nadie más que el cuaderno, ese anteriormente mencionado bolígrafo, el café y yo. Las palabras fluyen y con ella, mi mente.
Me hallo en la cafetería de cada día a las cuatro de la tarde, la cafetería en la que paso mis días plasmando sentimientos ante el papel. Y es que con él puedo ser yo, pueden ser mi odio, mi amor, mi rabia, mi felicidad, mis lágrimas las que hablen por mí.

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