domingo, 4 de mayo de 2014

Son tiempos de valorarles.


"Qué mundo más loco nos rodea", decía mi abuela al ver las noticias. Razón no le faltaba, pero me gustaba contradecirla y dar mi argumento basado en que merece la pena hacer locuras. Ella me miraba atenta, me escuchaba, aunque al final acababa repitiendo la anteriormente mencionada frase. Qué buenos momentos. También me gustaba escribirle, que lo leyese en voz alta y que al acabar me diese un abrazo muy fuerte con lágrimas acariciando sus ojos, a puntos de salir huyendo cual cohetes. Qué suerte tener una abuela así. ¿Y qué me dices de aquellas tardes jugando a las cartas mientras escuchábamos Bob Marley? Oh, esas sí eran buenas.

Ahora que ya no puedo aprovechar tanto el tiempo con ella como me gustaría, miro atrás y pienso "esa mujer sí que sabe cómo crear buenos ratos que recordar". Qué suerte poder seguir viéndola, abrazarla y recordarla lo mucho que la quiero. Es una de esas personas que merece la pena escuchar; de las que no aburren contando batallas; de las que cantan con cualquier excusa que ven; de las que no sonríen mucho, pero cuando lo hacen, iluminan hasta la sombra más escondida. Una de esas personas que vale la pena conocer y apreciar con todo tu corazón (y de las que se hacen rápidamente un hueco en él).

Llevo casi dieciocho años a su lado y, fíjate, creo que cada vez le aprecio más. Se me hace muy especial pasar tiempo a su lado. Cualquier excusa es buena para escaparme un ratito a su lado y hacerla de reír con una de mis tonterías.

Por eso, si tenéis abuelas, apreciadlas como intento hacer yo con la mía, porque son mayores y no sabes cuándo se van a ir. Escúchale, aprende y dales las gracias las veces que haga falta, para que al volver la vista atrás puedas estar orgulloso/a de ti y especialmente de ella.

Gracias por todo, abuela. Eres enorme.

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