Lo increíble que es sentarse en el sofá, escuchar una de esas canciones que te hacen sentir la persona más pequeña del mundo y aprender a apreciar más cada mínima cosa que te rodea. Lo increíble que es que las lágrimas echen una carrera por tus mejillas irradiando felicidad, tristeza, odio y agradecimiento a la vez.
Y qué lento pasa el tiempo con una simple canción.
Pensar en cada detalle que viviste, que te hizo sonreír o explotar de rabia. Pensar en cada mirada de agradecimiento que recibiste. Pensar en cada abrazo sincero que diste a la persona que querías. Pensar en cómo el tiempo se va comiendo tu vida.
Y qué lento pasa el tiempo con una simple canción.
Gritar a la felicidad que ya llegó tu hora. Salir a la calle con tus mejores zapatos, y sobre todo, con tu mejor sonrisa. Empezar cada día comiéndote el mundo con más ganas que cualquier día pasado. Llorar, desahogarte y sonreír simplemente porque te lo mereces. Y siempre viviendo cada segundo como el último, al compás de esa canción que hace que tu tiempo pase lento para poder apreciar más todo y poder coger fuerzas en cada suspiro.